¿Has sentido que no avanzas en tu proyecto? ¿No consigues centrarte? Ocúpate de ello, no te preocupes por ello.
El problema
A veces te sientas a escribir. Te colocas frente a tu mesa de trabajo, dejas sobre ella una humeante taza de té o de café y abres tu ordenador. Aparece ante ti una hoja en blanco o lo que es lo mismo, una hoja con unas líneas que no sabes cómo continuar.
«Necesito inspiración», te dices. «O despejarme». «Cualquier cosa que no sea enfrentarme a esto». Das un sorbo a tu taza. Entonces, entras en Internet.
Cuando vuelves a la realidad y miras el reloj, ha pasado el tiempo entre Facebook, Pinterest y un artículo muy interesante que te ha llevado a otro y a otro. Ahora eres una erudita sobre los manatíes antillanos, pero tu hoja sigue en blanco.
Te sientes culpable, miserable y, lo que es peor, la hoja está más blanca que antes y te sientes mucho más lejos de tu objetivo.
Las razones
Bajo este epígrafe, me adentro en el pantanoso terreno de la adivinación mental. La razón de esta dispersión suele ser el miedo y el miedo se disfraza de muchas maneras. A veces viene vestido de hoja en blanco, sí, pero otras de vaguería o de inseguridad. A lo mejor tu miedo te ha hecho creer que eres incapaz de concentrarte.
Aunque venga tocando una bocina vestido de lagarterana, habrá que taparse los oídos y mirar hacia otro lado, en concreto hacia lo que de verdad queremos hacer. Da igual que sea escribir, pintar, restaurar muebles, aprender a cocinar o jugar al Black Jack. Tenemos que ignorar el miedo (o el cansancio, la pereza o lo que sea que te ocurra).
La solución
La solución es mucho más sencilla de lo que nos gusta pensar; pasa por dejar de dar vueltas a las cosas (miedos, inseguridades, problemas de día a día y demás tribulaciones) y centrarse en trabajar.
«¡Ja!», has pensado. Pues sí, se trata de eso, de dirigir tu mente hacia lo que te interesa, que para eso es tuya. Si estás triste, lo haces estando triste. Si estás cabreada, lo haces estando cabreada. Pero lo haces.
Por supuesto, puedes ayudarte de herramientas como de la que te voy a hablar: la Técnica Pomodoro.
En qué consiste la Técnica Pomodoro
Primero: ¿Qué es un pomodoro?
Su nombre, como ya has imaginado, hace referencia al típico reloj de cocina con forma de tomate.
Un pomodoro es un período de tiempo indivisible: veinticinco minutos. No es ni mucho ni poco, es perfecto para dividir todo lo que tengamos que hacer en pequeños bloques e ir cumpliendo objetivos sin agobio. Si al principio te resulta difícil, no te preocupes, insiste. Todo ese tiempo que inviertas en aprender a concentrarte es tiempo ganado.
Pasos de la técnica
- Apunta la tarea que quieres realizar o haz una lista de tareas si son varias (y elige una para empezar). Calcula cuántos pomodoros te va a llevar. Pon el cronómetro a 25 minutos.
- Trabaja en la tarea que te has propuesto hasta que suene la alarma. Desde que empieza el pomodoro, no permitas que nada te distraiga. No hace falta decir que el teléfono solo se puede utilizar para decir «ahora no puedo, luego te llamo» en caso de emergencia. Si no es urgente, ni eso. Nada de Whatsapp, Facebook o levantarse a por un vaso de agua.
- Pasados los veinticinco minutos, en el preciso instante en que suene la alarma, dejas de trabajar. Luego pones una X, un corazón, un tomate o lo que te motive al lado de la tarea cumplida.
- Te tomas un merecido descanso de cinco minutos. Durante este rato, puedes devolver la llamada que has dejado pendiente o hacer lo que te apetezca.
- Tras la pausa, comienzas con un nuevo pomodoro.
- Cada cuatro pomodoros, haz una parada de quince o veinte minutos, dejo la duración en tus manos, pero que sea siempre el mismo espacio de tiempo.
Antes de que te pongas a trabajar
Todo esto no quiere decir que tengas que acabar la tarea en solo veinticinco minutos, si estás escribiendo una novela es complicado. Lo importante es que durante ese pomodoro te dediques exclusivamente a ello.
Con la práctica aprenderás a gestionar tu tiempo y con ello a concentrarte y rendir más. Cuanto mejor lo aproveches, más cerca estarás de tu objetivo.
Si te has quedado con ganas de más, te dejo con Francesco Cirillo, el creador de la Técnica Pomodoro.
Ya me contarás cuántos pomodoros has utilizado para terminar tu relato, poema o, por qué no, tu novela.